La obra ganadora seleccionada merecedora del premio de 1.200 euros es «Apuntes de una práctica confinada» de Rakel Gómez Vázquez.
Apuntes de una práctica confinada
Todavía es pronto para tomar distancia de osos que caminan por calles asturianas, delfines en Venecia y pavos buscando alimento por Madrid. Asomarse al mundo silencioso solo irrumpido por animales fue de las primeras imágenes de impacto relacionadas con la vida abriéndose paso. En paralelo la muerte nos mantenía agazapados. Con un escenario de amenaza de muerte colectiva, transmisiones desde la ventana y desde las cámaras de seguridad, fuimos espectadores de un mundo que continúa y no se detiene sin nosotros. De la no distancia aún con estas cuestiones resulta este corpus fragmentario y procesual, una reflexión que es la puesta en práctica de la Fricción entre arte y texto.
Desde el 14 de marzo la escritura ha sido un lugar concreto para pensar la práctica artística. Qué hacemos los artistas cuando lo hacemos y también, cuando no lo hacemos. La práctica, de alguna manera, ha sido inevitable y en un hacer imbricado ambas han habilitado una forma de pensar “la producción” durante, post-Covid, pre-NN (1), NN y lo que venga. Estas escrituras, materia y proceso de mis proyectos, se gestaron entre las dudas sobre la pertinencia de la producción y la inercia de hacerlo en medio de un silencio concreto. Un silencio nuevo que atravesaba lo inevitable que resulta para mí la práctica y lo perturbador que a veces resultaba eso. Hubo en esos días un hacer que pensó las dudas, la producción, nuestro hacer, nuestra rutina, el lugar del arte y del artista en un contexto que me atrapaba en una dicotomía entre la muerte y la vida. El proceso de composición de una paleta visual, un despliegue de medios y de procesos. Insisto, aún falta tiempo y distancia, pero esta escritura que tiembla (2) ya es hija de un tiempo concreto.
Aquellos días me pillaron lejos del estudio, en una casa vieja. Sobre todo leía y escribía, pero nuestra formación atraviesa las cosas, sea cual sea su materialidad -todo detenta ser medio o herramienta para nuestras traducciones. Escribía, leía y paulatinamente dejé de ver la televisión y escuchar las noticias. Volvía de manera recurrente a páginas en las que veía un texto que no lograba leer por no lograr la concentración que demandaba, y entonces releía. Comencé a fijarme en palabras, a escribirlas, a tipografiarlas, a escribir sobre ellas y con ellas, encontré material de costura de la antigua propietaria de la casa y comencé a bordarlas. Entonces las palabras avanzaron como si quisieran trazar una escaleta, no era solo un concepto, se construía algo visual y formalmente sinestésico. En un tiempo atravesado por la urgencia del ocio y el aprovechamiento del tiempo, luché contra esa inercia, aunque terminaba haciendo, como algo que nos resulta inevitable siempre, este hacer, este hacer que es mirar, ver, escuchar, pensar, sentir y traducir.
Observo hoy estos escritos y visualidades, que me nacieron durante el confinamiento como una práctica confinada. Ahora que llega la salida -la desescalada para hacer justicia a la terminología de este tiempo- llega el orden de una nueva normalidad y aquí también, queda esto. Lo que sigue es partes de la escritura, la revisión de ese tránsito devenida en texto.
Fe.
Ya estábamos solos antes de esto,
el devocionario y la fe que nos impulsa nos tiene aquí,
siempre
presos de este hacer inevitable del que no se puede escapar.
En cada cosa que veo
el hacer
proyecta mundos.
Hagamos un altar. Aún tengo aquí a San Bukowski, patrono del reviente. En la era del Covid19 hasta los afortunados que atravesamos la vida sin enfermar, ni tener bajas entre los afectos, sentimos algo de desaliento, algo de desubicación y de realidad estallada. Más allá́ de nuestros círculos viciosos, endogámicos y con ministros de cultura pro-naufragio, en una rutina de trabajo que a priori no ha cambiado tanto, parece que se extiende y se sucede otra cosa.
Tenemos referentes -muchos impronunciables para los ajenos-, pero la lectura del mundo, aún con estos, se complejiza. Tal vez por eso termino en búsqueda de nuevas figuras y símbolos a los que aferrarme. Nuevas deidades que no dejan de sostener necesidades que ya creía superadas.
En el 2015, en el medio de otra aflicción de esta era contemporánea, la Elemento Disruptivo (3) diseñó un altar el cual se compone de una colección de estampitas y una serie de libros, que se habían editado durante 2016 y habían conseguido publicar en el mes de diciembre. Libros cuya financiación había sido posible por su propia venta y la de la colección de estas estampas que canoniza a escritores, presentándolos con un halo de santidad y patronazgo de una causa.
Este artefacto con imágenes de referentes literarios, famosos y no famosos, consagrados y no consagrados, no deja de ser una imagen del mundo. Los unos y los otros, conocedores de la producción como acto de Fe, me rodean en mi confinamiento. Su canonización funciona como reverberación de estímulo y energía, que, en círculos concéntricos, se despega de ellos y atraviesa a escritores y editores, artistas y poetas. Depositario de energía y catalizador de un acto de resistencia, a este altar de estampas y libros se les pide que “sucedan”.
La producción. Un mecanismo que posibilita objetos que, fuera del mercado del arte, son como saltos al vacío circulando con un sentido fuera de lógicas de consumo. Un ritual colectivo y una manera de trazar ese mapa, misterioso, del hacer plástico/creativo/intelectual como acontecimiento inevitable y de responsabilidad debida.
El confinamiento me tiene a 400 km del estudio y con piezas pendientes. Este estar no alimenta la queja. Guardar silencio en medio de este estallido para, entre otras cosas, comenzar a pensar en términos de producir, producción, ¿qué hacemos con toda esa inercia en un contexto donde todo se detiene?
Comienzo por encomendarme a la Fe y convertirla en un acto de sublime resistencia.
Introducción
Hay algo que solo dicen
estos Pavos hambrientos
que escapan del Retiro de Madrid.
Mi confinamiento transcurre en un prisma cuadrado de dos fachadas con vistas, dos miradas enfrentadas y privilegiadas. Una mira al parque y otra a un patio interior de tierra. El parque es la imagen de un mundo que nos acepta pero no nos necesita. La primavera comienza su despliegue libre de un sujeto soberano. Mientras, asimétricamente en el patio yo planto y domestico. Quito malas hierbas mientras las lechugas y plantas de tomate crecen cuando no las miro. Cada mañana me sorprenden con su desarrollo a hurtadillas. Los latidos de lo que nos abraza se hacen visibles a pesar de esta realidad nuestra que permanece detenida. Una vida de jardinera y contemplativa me deja absorta mirando los lilos del parque vibrando de abejorros. La primavera no se detiene y eso me deja dándole vueltas a proyectos en ciernes que se preguntan sobre el darwinismo y lo cartesiano. Esta situación me permite un lugar privilegiado como observador para repensar conciencia y cultivo, sujetos y objetos. Escribo sobre esto y procuro leer como leía hasta hace pocos días. Procuro pensar en los proyectos latentes y doy bandazos entre seguir trabajándolos o detenerme. Lo que veo en ambas direcciones es lo que la primavera hace y replica en mi práctica. Me detengo a pensar, pero sólo me acomodo a lo inevitable, sigo produciendo.
Producimos y acumulamos. Tengo diferentes desvanes y trasteros llenos de objetos hechos por mi. Amontono ejercicios y piezas, materiales y herramientas. Acumulo cuadernos llenos de notas en estanterías ordenados de forma contigua; una papelera de ordenador donde se suspenden las versiones que voy editando; un curriculum con apartados como: “publicaciones” “becas y premios” y “exposiciones” que engordan o adelgazan según la institución a la que se lo mando. Un disco duro lleno de textos que han sido y que no han sido publicados, una página web que intenta ordenar una producción in crescendo. Almaceno en lo físico y en lo virtual lo que laboralmente genero. Confieso, me da tanto miedo el apagón con el que se viene especulando como la muerte dejando accesibles las anotaciones que guardo y encriptadas las ediciones que quisiera que se publiquen. Trabajo también ahora, desde aquí, produciendo más, incansablemente, donde pienso que debería haber menos.
Evasión
Recojo hebras de hierba, tengo algo dentro que me arrastra a buscarlas con fervor. Antes me sucedió lo mismo con palos pequeñitos que primero recolecto y luego apilo en un equilibrio perfecto y constructivo.
Todas las cosas vibran y se desperezan alrededor. Es evidente en las gotas de rocío que cada día están más llenas de insectos que devoro.
El tiempo de la multiplicación palpita en esta nueva primavera.
El milagro
de nuevo
se aproxima. (4)
Leo, afortunadamente mi compra compulsiva de libros me tiene con las despensas llenas. Avanzo lento en la lectura, me cuesta concentrarme, estoy contenida y confinada. Hay como un espíritu de conspiración contra el aburrimiento, un deseo frenético de llenarnos de actividades. Hay ofertas de cursos y acceso a películas y materiales. Todo para que no perdamos el tiempo. El confinamiento forzado se presenta como la oportunidad perfecta para observar nuestro dogma. Nuestra rueda de hámster, ¿o tal vez, como dicen, permanecer ocupados haciendo es una herramienta y síntoma de salud? Esta insistencia me pone en guardia, me hace cuestionar mi incapacidad de no hacer y lo pertinente de hacer y seguir haciendo dado el contexto. En un acto inconsciente desmonto mi incapacidad de leer y comienzo a hacer material de ello. Detenerme a desentrañar la incapacidad de retentiva que tengo con la lectura sucede al mismo tiempo que ver oportunidades en la falta de material. Ya estoy dibujándolas, escribiéndolas en diferentes tipografías, desentrañándolas. Las palabras se presentan como lugares estratégicos que me ofrecen un punto de visión para contemplar la lejanía. Lo que no se ve desde aquí. Apoyada en ellas veo más allá. Palabras en negrita que de repente redescubro.
Las plántulas de tomates y lechugas siguen creciendo a escondidas de mi y el parque estallado se llena de plantas que escapan del jardín razonado. (Clement 2012). Estas imágenes de las que doy testimonio son la confirmación en direcciones opuestas de todas las teorías de la supervivencia del mundo, aunque no nos incluya a nosotros. Mis ventanas contrapuestas son como el cuadro dentro del cuadro, soy el testigo del efecto estético de nuestra desaparición. Triangulada a estas dos posiciones un tercer cuadro, las escenas de televisión. Para no sucumbir a la locura que incita el temor a la muerte ya hace días que solo veo la televisión en la hora del telediario, me asusta el registro de muertes y las cifras, hace ya días que conocí el significado de la palabra triaje colándose en mi paleta, entre otras. Las noticias abordan nuestra muerte con metáforas bélicas, somos frágiles. Una cura de agitación contra el reposo de contemplar la huerta, el parque o hacer.
Crisálida
La continuidad discontinua en el medio de un tiempo de meseta. Este tiempo que ya son dos meses, cada día escribo con la intención de dar vueltas alrededor de esta situación. Como un prisma la observo. A veces deambulo como si fuera una piedra mágica, un tótem que rodeo. Estoy aquí, pero me cuesta estar si no es hipnóticamente.
Tiempo de crisálidas, este pensar hacer es inevitable, la producción retenida ¿es ya una transformación cultural? Enrollados en esta conmoción que nos atraviesa ¿podremos tomar este terreno privilegiado para encontrar nuevas posiciones entre nosotros y el mundo? En este nido que ahora es esta casa he encontrado material de bordado y costura. Y algunas palabras que bordo en telas que encuentro en la casa ocupan una pared en la que se dispone una paleta que me muestra los días y lo que me dejan.
Inevitable; esta devoción por el arte nos mantiene cautivos en nuestro estudio, que es nuestro hacer. A pesar de todas las dificultades y lejos de cuestiones románticas, hacemos. Esta inquietud que acunamos en el pecho, mezcla de insatisfacción y desatino, que se extasía en el hallazgo de una nueva revelación que traducir, está más cerca de algo que es parte y con lo que aprendemos y aceptamos convivir. Esta razón de hacer no solo nos ocurre o la padecemos los artistas, también lo observo en otros oficios vinculados a la cultura, pienso en mi amiga Male y en todas las libreras que conozco, todas vocacionales y llenas de devoción.
Este año no caerán los nidos de las golondrinas. Nos seguimos quedando confinados y siento cierto alivio por las casas que esta semana santa permanecerán deshabitadas.
Miedo
Ya hemos vuelto. Todo lo que había ganado el campo, una estampa bucólica de flores y naturaleza desbordada es inmediatamente corregida. Los correctivos se escuchan desde bien temprano. Las imágenes que deberían relatar estos acontecimientos ya han sido desbrozadas o químicamente quemadas. Los arbustos del parque vuelven a ser un seto, recortado, mutilado. La pradera vuelve a ser un césped, paisaje totalitario. Retomamos nuestro poder, sin revisiones, todo vuelve a estar bastante parecido a como estaba antes. Es el síntoma de una nueva derrota. El paisaje de nuevo padeciendo nuestros correctivos. Nuestro encuentro con el territorio es tan abrupto como las despedidas que en estos meses no han podido ser. Un duelo extraño.
Estos también son nuestros estigmas, con los que seguimos, como antes, desbocados hacia el precipicio.
La mayoría de nuestra producción -retenida, detenida o en circulación- pertenece a las estructuras inmutables, condenadas a la entropía.
Normalidad
Guardar silencio, escuchar, observar, no hacer nada. Imposible, no puedo estar no haciendo nada. Detenerse, detenerse y guardar silencio.
Los terrenos baldíos están cargados de posibilidades, que no se cultive nada, que no se haga un uso extractivo no significa que no hayan albergado vida y acción en su abandono. La producción circula de nuevo, pero algo que cambie aún más todo esto puede estar latente. En el medio, y a pesar de todo, probablemente nos encontrará haciendo.
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Algunos de los libros que, en el empeño por leerlos, me brindaron palabras y conceptos para esta practica. Libros desde los que observe y me hicieron compañía en estos meses de confinamiento.
– Clément, G. (2017). El jardín en movimiento. Barcelona. España: Gustavo Gili.
– Mancuso, S. y Vittola, A. (2015). Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal. Madrid, España: Galaxia Gutenberg.
– Mancuso, S. (2019). El increíble viaje de las plantas. Madrid, España: Galaxia Gutenberg.
– Pollan, M. (2002). Botany of desire. Barcelona, España: Randhom house.
– Serres, M. (2012). El contrato natural. Valencia, España: Pre-textos.
– Sztulwark, D. (2019). La ofensiva sensible. Buenos Aires, Argentina: Caja Negra.
– Thomson, K. (2016). ¿De dónde son los camellos? Creencias y verdades sobre las especies invasoras. Madrid, España: Alianza editorial.
– Wesseling, J. (2019). Investigación artística en la Academy of Creative and Performing Arts, Universidad de Leiden. En Rita Sixto y Usoa Fullaondo (Ed.), Piscina. Investigación y práctica artística. Maneras y ejercicios. (pp.179-194). Bilbao, España: Ediciones laSia.
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(1) NN es un nuevo término que define la Nueva Normalidad.
(2) Escritura que tiembla es un concepto que he desarrollado en el Artículo “Escribir para hacerlo mejor. Reflexiones en torno a la escritura en la práctica artística” que estará incluido en una publicación llevada a cabo por el grupo de escritura de la UPV/EHU Txt-Lab y será próximamente publicado.
(3) Editorial independiente porteña que tuve el placer de conocer en mi estadía de investigación en Buenos Aires en 2015.
(4) Este pequeño poema escrito durante la pandemia fue publicado en Venecia, club de lectura y escritura de La Casa Encendida.
https://bilbaoarte.org/featured/convocatoria-entre-silencios-texto-seleccionado/?lang=en